lunes, 3 de noviembre de 2025

Amor

                                   Noche de luna llena, Albert König (1920)

¡Cómo quise tu boca,
granada abierta,
que en las noches
de estío de amor
me llena!

¡Cómo lloran las sombras
de las veredas,
qué cauces más amargos
dejan!

En fragmentos la luna
se mete en las ventanas
entreabiertas,
y manos de fulgores
las cierran.

En las praderas bailan
blancas estrellas.
¡Cómo quiero tu boca
cuando te alejas!

Dolores Catarineu
(Amor, sueño, vida, 1936)

jueves, 30 de octubre de 2025

Hijo de la sombra

                       Noche de lunaSoter Jaxa-Małachowski (h. 1930)

Eres la noche, esposa: la noche en el instante
mayor de su potencia lunar y femenina.
Eres la medianoche: la sombra culminante
donde culmina el sueño, donde el amor culmina.

Forjado por el día, mi corazón que quema
lleva su gran pisada de sol adonde quieres,
con un solar impulso, con una luz suprema,
cumbre de las mañanas y los atardeceres.

Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje
su avaricioso anhelo de imán y poderío.
Un astral sentimiento febril me sobrecoge,
incendia mi osamenta con un escalofrío.

El aire de la noche desordena tus pechos,
y desordena y vuelca los cuerpos con su choque.
Como una tempestad de enloquecidos lechos,
eclipsa las parejas, las hace un solo bloque.

La noche se ha encendido como una sorda hoguera
de llamas minerales y oscuras embestidas.
Y alrededor la sombra late como si fuera
las almas de los pozos y el vino difundidas.

Ya la sombra es el nido cerrado, incandescente,
la visible ceguera puesta sobre quien ama;
ya provoca el abrazo cerrado, ciegamente,
ya recoge en sus cuevas cuanto la luz derrama.

La sombra pide, exige seres que se entrelacen,
besos que la constelen de relámpagos largos,
bocas embravecidas, batidas, que atenacen,
arrullos que hagan música de sus mudos letargos.

Pide que nos echemos tú y yo sobre la manta,
tú y yo sobre la luna, tú y yo sobre la vida.
Pide que tú y yo ardamos fundiendo en la garganta,
con todo el firmamento, la tierra estremecida.

El hijo está en la sombra que acumula luceros,
amor, tuétano, luna, claras oscuridades.
Brota de sus perezas y de sus agujeros,
y de sus solitarias y apagadas ciudades.

El hijo está en la sombra: de la sombra ha surtido,
y a su origen infunden los astros una siembra,
un zumo lácteo, un flujo de cálido latido,
que ha de obligar sus huesos al sueño y a la hembra.

Moviendo está la sombra sus fuerzas siderales,
tendiendo está la sombra su constelada umbría,
volcando las parejas y haciéndolas nupciales.
Tú eres la noche, esposa. Yo soy el mediodía.

Miguel Hernández
(Poemas no incluidos en libro, 1937-1939)

domingo, 26 de octubre de 2025

En el mar hay un cantar

                            Paisaje costero, Horst Bernhard Hacker (1892)

En el mar hay un cantar
verde de silencios grises.
Como tus ojos, el mar,
borrachos de azul en sombra,
cantores de soledad.
¡Ay, qué colores profundos!
Verdes ojos, verdes mar;
azul de silencios grises,
en el mar hay un cantar.

Marina Romero
(Poemas A, 1935)

miércoles, 22 de octubre de 2025

Así, las manos dobladas

           Retrato de mujer, Frederick Carl Frieseke (1930)

Así, las manos dobladas
sobre el delantal bordado,
los ojos sin horizontes
y el corazón desatado,
me iré quedando dormida
en la noche de verano.
Ni el más ligero desvelo
doblará el encaje blanco.
Solo el corazón perdido
por el camino más largo.
En el silencio, la sombra
aviva el lirio exaltado.
Solo el corazón perdido
su voz de plata cantando.
Toda la noche en la falda
quietas, dobladas, las manos.
Sin horizontes, los ojos
el sueño los fue cerrando.
Pero el corazón, inútil,
como un reloj, desvelado.

Josefina de la Torre
(Poemas de la isla, 1930)

sábado, 18 de octubre de 2025

Voy a erguirme sin túnica ante tus ojos claros

                     Reflejos, Frederick Carl Frieseke (h. 1909)

Voy a erguirme sin túnica ante tus ojos claros
que persiguen sin verme un sueño irrealizable,
quiero alzar ante ti mi desnudez intacta
como una ofrenda inútil que nunca aceptarás.

Seré tuya en silencio. Tus manos abstraídas
ignorantes del don que ha de colmar sus palmas,
se detendrán en mí, advirtiéndome apenas,
entre el vivo relumbre de un espejismo ignoto.

Me poseerás ajeno, ausente de tu abrazo,
tendido hacia otro rumbo de frágiles riberas
mientras te doy mi vida impetuosa y pura
en el breve cristal de un momento sin gloria.

Ernestina de Champourcín
(Cántico inútil, 1936)
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